Una serie de reportajes de ‘MIT Technology Review’ investiga cómo la IA está enriqueciendo a unos pocos poderosos a costa de las comunidades que ya habían sido desposeídas antes durante la época colonial

Este artículo es la introducción a la serie de reportajes de MIT Technology Review sobre el colonialismo de la inteligencia artificial (IA), que fue apoyada por el Programa de becas de MIT Knight Science Journalism y por Pulitzer Center. Esta es la primera parte.

A mi esposo y a mí nos encanta comer y aprender historia. Así que poco después de casarnos, decidimos pasar nuestra luna de miel en la costa sur de España. Esa región, históricamente gobernada por griegos, romanos, musulmanes y cristianos, es famosa por su impresionante arquitectura y su rica fusión culinaria.

No imaginaba que este viaje personal se cruzaría tanto en mis reportajes. En los últimos años, un número cada vez mayor de investigadores está defendiendo el impacto de la inteligencia artificial (IA) que repite patrones de la época colonial. Afirman que el colonialismo europeo se caracterizó por la toma violenta de tierras, la extracción de recursos y la explotación de personas —por ejemplo, a través de la esclavitud— para el enriquecimiento económico del país conquistador. Aunque decir que la industria de la IA repite estos métodos violentos hoy en día no sería justo de cara a traumas pasados, sí que utiliza otros medios más insidiosos para enriquecer a los ricos y poderosos a expensas de los pobres.

Yo ya había empezado a investigar estas afirmaciones cuando mi marido y yo comenzamos nuestro viaje por Sevilla, Córdoba, Granada y Barcelona. Paralelamente, leía The Costs of Connection, uno de los textos de referencia que propuso por primera vez la idea del «colonialismo de datos», me di cuenta de que estas ciudades eran el origen del colonialismo europeo. Lugares por los que había pasado Cristóbal Colón en sus viajes de ida y vuelta a las Américas y con los que la corona española había transformado el orden mundial.

En Barcelona abundan especialmente restos físicos de este pasado. La ciudad es conocida por su modernismo catalán, por la estética icónica popularizada por Antoni Gaudí, el genio tras la Sagrada Familia. Ese movimiento arquitectónico nació en parte de las inversiones de las familias españolas adineradas que acumulaban riquezas de sus negocios coloniales y canalizaban su patrimonio en lujosas mansiones.

Una de las más famosas, conocida como la Casa Lleó i Morera, fue construida a principios del siglo XX con las ganancias del comercio de azúcar en Puerto Rico. Mientras los turistas de todo el mundo visitan este edificio por su belleza, Puerto Rico todavía sufre de inseguridad alimentaria porque durante mucho tiempo su tierra fértil producía cultivos para los comerciantes españoles en lugar de dar sustento para la población local.

Mientras contemplábamos la elaborada fachada tallada que presenta plantas, criaturas mitológicas y cuatro mujeres que sostienen los cuatro mayores inventos de la época (una bombilla, un teléfono, un gramófono y una cámara), pude ver los paralelismos entre esta encarnación de la extracción colonial y el desarrollo global de la IA.

La industria de la IA no busca controlar territorios como hacían los conquistadores del Caribe y América Latina, pero el mismo afán de lograr ganancias la impulsa a expandir su alcance. Cuantos más usuarios pueda conseguir una empresa para sus productos, más sujetos podrá tener para sus algoritmos y más recursos (datos) podrá recolectar de sus actividades, de sus movimientos e incluso de sus cuerpos.

Esta industria no sigue explotando mano de obra y esclavizando a gran escala, algo que requirió la propagación de creencias racistas que deshumanizaron a poblaciones enteras. Sin embargo, sí ha desarrollado nuevas formas de explotar mano de obra barata y precaria, a menudo en el Sur Global, mediante ideas implícitas de que esas poblaciones no necesitan salarios dignos y estabilidad económica o se merecen menos.

La nueva serie El colonialismo de la IA de MIT Technology Review, que se publicará a lo largo de estos días, profundiza en estos y otros paralelismos entre el desarrollo de la IA y el pasado colonial, analizando comunidades que han cambiado profundamente por la tecnología. En la primera parte, nos dirigimos a Sudáfrica, donde las herramientas de vigilancia de la IA, basadas en extracción de comportamientos y rostros de personas, están consolidando jerarquías raciales y alimentando un apartheid digital.

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En la segunda entrega, nos vamos a Venezuela, donde las empresas que etiquetan los datos de la IA encontraron trabajadores baratos y desesperados en medio de una crisis económica devastadora, creando un nuevo modelo de explotación laboral. La serie también analiza distintas maneras de alejarse de estas dinámicas. En el tercer reportaje, hablamos con conductores de viajes compartidos en Indonesia que, al generar poder a través de la comunidad, están aprendiendo a resistir el control algorítmico y la fragmentación. En la cuarta entrega, terminamos en Aotearoa, que es el nombre maorí de Nueva Zelanda, donde una pareja indígena está recuperando el control de los datos de su comunidad para revitalizar su idioma.

En su conjunto, los reportajes revelan cómo la IA está empobreciendo a las comunidades y los países que no tienen poder sobre su desarrollo, las mismas comunidades y países que ya estaban empobrecidos por los antiguos imperios coloniales. También sugieren cómo la IA podría ser mucho más: una vía para que los históricamente desposeídos reafirmen su cultura, su voz y su derecho a determinar su propio futuro.

Ese es, al fin y al cabo, el objetivo de esta serie: ampliar la visión del impacto de la IA en la sociedad para comenzar a descubrir cómo las cosas podrían ser diferentes. No es posible hablar de «IA para todos» (retórica de Google), «IA responsable» (retórica de Facebook) o «distribuir ampliamente» sus beneficios (retórica de OpenAI) sin reconocer honestamente los obstáculos en el camino y confrontarlos.

Una nueva generación de investigadores defiende una «IA que descoloniza” para devolver el poder del Norte Global al Sur Global, de Silicon Valley de nuevo a la gente. Mi esperanza es que esta serie de reportajes pueda ofrecer una indicación y una invitación sobre cómo podría ser la «IA que descoloniza» porque queda mucho más por explorar.

por Karen Hao | traducido por Ana Milutinovic

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